Un día gracias a mi trabajo de conferencista de escuelas de padres y madres, había compartido un tema del amor de los padres y madres hacia los hijos, luego dos días después me tocaba compartir con los hijos de estos, un tema que era el amor de los hijos hacia los padres.

Justo cuando comenzaba les dije a los niños y jóvenes asistentes, los cuales sus edades oscilaban entre los 10 a los 16 años, que si tenían alguna pregunta que por favor la hicieran inmediatamente sin ninguna pena, no más se les ocurriera, ya que los jóvenes actuales siempre aducen que se les olvidan las cosas después de un rato.

Inmediatamente una niña de once años levantó la mano y sin mediar palabra, me dijo “¿Usted es el que vino el sábado a darle paja a mi mamá en la reunión?”, yo sorprendido solo alcance a decir “¿cómo decís?”, ya lo oyó me dijo, “Yo no sé que le dijo a mi mamá pero después de la reunión llegó a la casa, abrió la puerta, me miró y me dijo Martita yo te quiero, ay martita yo te amo, sos mi cielo, eres la luz de mi vida... le agarró tan feo a mi mamá que me fui a dormir temprano”.

No niego haberme quedado admirado de lo que la niña decía: no por lo primero, pues hoy en día los niños ya no hablan como antes, ni saludan como antes.

Sino por saber que hoy en día hay muchos niños, adolescentes y jóvenes tan faltos de amor.

Que por eso ya no nos debería de sorprender tanta violencia, injusticia y falta de respeto que existe en nuestra sociedad… si al fin y al cabo falta la base fundamental: el amor y la unión familiar.

Una sociedad será tan unida y moral, como lo sean las familias que la componen.

¿Cuántos de nuestros hijos se asustarían el día de hoy si los tratamos con amor y respeto?

¿Cuánto ha pasado desde la última caricia?

Nunca ha pasado mucho tiempo, ni poco para darles una palabra de aliento a todos los miembros de nuestra familia.